domingo, 26 de octubre de 2008

Densas raíces...


Ese querer que te tuve fue de origen lento. No llegó, cual efímera ola, a humedecer las periferias de mi cuerpo. Que fue lago profundo e inundó de mansa agua y dulce sustento cada oquedad estéril para el amor heredada de pretéritos decretos.

El amor que te tuve,
éste que aún hoy te tengo,
irradió en mi corazón sus raíces
y, con moroso arte excelso,
creció en mí, incólume,
cual árbol de tallo fibroso y ramaje denso.
A cuya sombra
en mis soledades me cobijo.
A cuyo amparo
de la tristeza me preservo.

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